Mi condición de exilado me obliga a ser cauto y prudente en lo que atañe al involucramiento en la política interna norteamericana. Líderes demócratas y republicanos han sido solidarios con la causa de la libertad de Venezuela y debemos ser agradecidos.
Pero leímos con emoción un artículo del precandidato Jeb Bush en El Nuevo Herald de Miami, en el cual exalta los aportes de los hispanos a la gran nación norteamericana. Eso porque nos preocupa por Latinoamérica y por Estados Unidos, el tono de racismo, xenofobia y odio electorero del señor Donald Trump.
En otro artículo igualmente valioso, en el mismo diario, la prestigiosa periodista cultural Olga Connor, nos dice:
“Trump utiliza la imagen de la muralla para expresar un viejo anhelo de los inmigrantes europeos en este país, que desplazaron a los indígenas, incluyendo a los hispanos que llegaron antes que ellos a Florida, Texas y California, para instalarse por sus fueros.
Se aislaron primero de las “noblezas” europeas, y luego extirparon las costumbres nativas de su entorno. Ahora Trump quiere hacer una limpieza étnica, y para ello compara el muro con “la gran muralla china”, que es un ejemplo legendario de monumento universal”.