Publicado en El Nuevo Herald de Miami el 29 de Junio del 2019
En esta hora turbia e incierta, consideramos vital proteger las fortalezas de la oposición democrática venezolana, amenazadas por la represión de la bandidocracia castrochavista, en colusión con las tácticas confusionistas promovidas desde los laboratorios de guerra sucia de Moscú y La Habana, y circuladas preferentemente por el caos de las redes sociales.
Nuestra primera fortaleza es contar con el presidente legítimo constitucionalmente, Juan Guaidó, mientras que Maduro es un usurpador al descubierto mundial. Todo intento de desprestigio de Guaidó es un autogol. Guaidó está haciendo su trabajo bien, con coraje, pluralismo y prudencia. Hay que apoyarlo, porque como dijo Henry Ramos Allup: “Después de Guaidó la fosa común”.
Es posible que alguien en la oposición sienta que el destino lo traicionó, que la historia la hizo una mala jugada dándole a Guaidó el protagonismo que le correspondía a él o ella. Pero hay que tener paciencia y esperar su turno, que siempre le llega al que se conduce con sabiduría.
La otra fortaleza que debemos cuidar como a niña bonita es la unidad de la oposición. No debemos permitir que las aviesas campañas mediáticas y digitales del castrochavismo nos dividan o desmoralicen. Que nos pongan a pelear entre nosotros. Toda confrontación debemos postegarla hasta que se concrete la inevitable derrota de la dictadura de Raúl Castro, Maduro, Padrino, Diosdado, Putin y resto de la pandilla ruinosa para Venezuela.
Y desde luego debemos estimular las protestas de los ciudadanos en la calle, para quebrarle el espinazo a la debilitada tiranía, crear fisuras en el narco alto mando militar y, sobre todo, incentivar a los militares democráticos, que son mayoría, a cumplir su obligación histórica de apoyar al pueblo en su esfuerzo para rescatar nuestra democracia ultrajada.
¡El resto es no renunciar a la lucha!
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