Especial para el semanario “EL VENEZOLANO” de Florida- Octubre 2018
El 7 de octubre es una fecha jubilosa para la cristiandad. Ese día de 1571 las naves del Vaticano, Venecia y España, al mando de don Juan de Austria, derrotaron a la armada turca otomana, en el sitio de Lepanto, en la costa griega y liquidaron la agresiva expansión musulmana en Europa.
El protagonista más recordado de esa batalla fue un soldado ordinario, Miguel de Cervantes Saavedra, el Manco de Lepanto. El y los demás participantes, adjudicaron la victoria a la protección de la Virgen del Rosario.
Y bajo el cuidado de esa virgen, el 7 de octubre del año de gracia de 1958, se fundó la Arquidiócesis de Miami, con el arzobispo Coleman Carroll como primer titular de una entidad que vino a reconocer la airosa presencia de siglos de los católicos en la Florida.
Después de Carroll han estado al frente de la arquidiócesis los recordados Edward MacCarthy, John Favarola y el actual Thomas Wenski. Y han tenido hasta ahora la distinción de obispos auxiliares John Fitzpatrick, René Gracida, John Nevins, Agustín Román, Norbert Dorsey, Gilberto Fernández, Felipe Estévez, John Noonan, Peter Baldacchino y Enrique Delgado.
La iglesia católica de Miami ha sido un soporte en la defensa de los derechos humanos y la integración racial, la protección a los perseguidos y refugiados de Cuba, Colombia, Centroamérica, Venezuela y otras naciones de América y el mundo, la educación cristiana, la orientación familiar y el auxilio a los desamparados.
Los católicos tenemos razones para enorgullecernos de nuestra iglesia, prelados, sacerdotes, monjas, diáconos y la enorme feligresía del sur de Florida.
Nuestra confesión cristiana se caracteriza aquí y en el orbe por la tolerancia y la capacidad autocrítica. Hoy tenemos desafíos derivados de la inconducta de algunos clérigos en otros lugares, la presión mediática, la incomprensión de denominaciones cristianas que concebimos como hermanas y la agresividad del fundamentalismo musulmán.
Confiamos en la sabiduría del Santo Padre Francisco para sortear esos inconvenientes. Y para él y para nuestro arzobispo Thomas Wenski, proclamamos:
“Bendito el que viene en nombre del Señor”.
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