Publicado en El Nuevo Herald el día 14 de octubre del 2016:
El siglo XX latinoamericano fue pródigo en dictadores pero también en líderes democráticos. Fue un siglo convulso pero, mal que bien, nos permitió salir del remolino de violencia que estancó al subcontinente en el siglo XIX.
Tuvimos caudillos nefastos en la vigésima centuria, verbigracia:
Somoza en Nicaragua, Stroesner en Paraguay, Perón en Argentina, Torres en Bolivia, Castello Branco en Brasil, Pérez Jiménez en Venezuela, Batista en Cuba, Trujillo en República Dominicana, Velasco Alvarado en Perú, Pinochet en Chile, casi todo el elenco de presidentes del PRI en México, Tirofijo Marulanda en Colombia, Noriega en Panamà, Che Guevara…
Pero también brotaron líderes democráticos:
Violeta Chamorro en Nicaragua, los Arturo Frondizi e Ilia en Argentina, Paz Estensoro en Bolivia, Janio Quadros y Cardoso en Brasil, Raúl Leoni y Rafael Caldera en Venezuela, Grau San Martìn y Prio Socarras en Cuba, Balaguer en República Dominicana, Haya de la Torre y Belaunde Terry en Perú, Luis Muñoz Marín en Puerto Rico, Pepe Figueres en Costa Rica, Eduardo Frei Montalva en Chile, Francisco Madero y Ernesto Zedillo en México, Lleras Camargo en Colombia…
Y el más nefasto de todos los caudillos fue el comunista cubano Fidel Castro. El simboliza todos los abusos, la represión y el descaro de los mandamases totalitarios. En el siglo XX no se conformó con martirizar y arruinar a esa Cuba que era la Perla de las Antillas, sino que trató de imponer por la guerra la pesadilla comunista en el resto de América Latina.
Y entre los democráticos hay uno que resplandece por sus luchas y logros, el venezolano Rómulo Betancourt. Sus méritos principales son haber levantado una democracia sólida en Venezuela, promover sin ambages la democracia en el resto del continente y, algo llamativo, haber sido el único presidente que derrotó política y militarmente a Fidel Castro, cuando el opresivo caudillo cubano armó, financió y entrenó una guerrilla para tomar por la violencia el poder en Venezuela.