“La libertad es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierran la tierra y el mar; por la libertad, así como por la honra, se puede y debe aventurar la vida”.
El Quijote de Cervantes.
Raúl Castro que le dio la orden a sus esbirros Nicolás Maduro y Diosdado Cabello, el desangelado Maduro y el narco gorila Cabello que le transmitieron la orden de su patrón a la sumisa jueza Susana Barreiro, no alcanzan a comprender que sus zarpazos no pueden evitar que Leopoldo López, hijo de mis queridos amigos Leopoldo y Antonieta, es un hombre que nació y fue educado para un compromiso con la libertad y el amor al prójimo.
Maduro es prisionero de su ineptitud, de su dependencia de los Castro y de su miedo a la ambición de su falso aliado Cabello. Lo vemos en el calabozo de sus fracasos, rodeado de la codiciosa primera dama, de una caterva de empresarios arribistas y golosos, políticos fracasados, compañeros tornadizos, militares controlados por Cuba o por el hampa, todos convencidos de que él no sirve, de que hay buscar la manera de sacudírselo cuanto antes.
Mientras tanto la figura de Leopoldo, Antonio Ledezma, los estudiantes, alcaldes, comisarios y todos los demás presos, perseguidos y desterrados, se agigantan en el cariño del pueblo y el prestigio internacional. En el potro de tal envión ellos y todos los maltratados por el castrochavismo, volverán a la calle que es la casa de los libertarios. Ese día Raúl, Nicolás, Diosdado, Susana y todos los de esa pelambre, conocerán lo que es el desprecio público. “La vergüenza de haber sido y el dolor de ya no ser”.