Publicado en El Nuevo Herald el día 11 de noviembre del 2016:
Cuando en 1969 Charles de Gaulle dimitió de la presidencia de Francia, el legendario novelista Andrè Malraux exclamó: “! La grandeur c`est finie !” (la grandeza terminò). No es el caso de los Estados Unidos de América, que es grande desde que construyó su Democracia paradigmática a partir de 1776, tal como lo registró otro francés, Alexis de Tocqueville.
Y la grandeza de EEUU no estriba en que desde sus orígenes exterminó indígenas y explotó de modo inmisericorde a multitud de africanos; ni en arrebatarle la mitad de su territorio a México; promover el separatismo panameño para lograr el control de canal; ni en arrasar a Nagasaki e Hiroshima; o rociar de napalm las selvas de Indochina; en engañar a los cubanos de aquí y de allá, en Playa Girón; o en nombre del anticomunismo sostener la fechorías de gorilas como Somoza, Pérez Jiménez, Trujillo, Stroesner, Castelo Branco, Videla y Pinochet…
No. Estados Unidos es grande por ser la locomotora de la Democracia planetaria. Haber abolido la esclavitud con Lincoln y con Luther King reconocido la igualdad de derechos. Haber sido decisiva para frenar el despotismo nazi y el comunista en Europa. Por abrir las puertas y no levantar muros a los millones de irredentos que emigraron hacia el sueño americano. Por haber contribuido con generosidad a la recuperación del viejo continente y Japón. Logrado la hazaña de llegar a la luna, desarrollar la nueva cultura digital, practicar el libre comercio y la libertad de expresión, crear una clase media fuerte, entregado su canal a Panamá, intentado corregir su política de desatención a los atropellos en países relacionados, y por tratar de renunciar al belicismo compulsivo…
Ese es el camino de la grandeza que los Estados Unidos no deben abandonar nunca, so pena de resbalar hacia una irreversible decadencia, como todos los imperios autoritarios que en el mundo han sido.