Publicado en El Nuevo Herald el 28 de octubre 2016:
Hace unos años el político venezolano Teodoro Petkoff, llamó “Chacumbele” al caudillo golpista Hugo Chávez. Asì aludía a la famosa canción del cubano Alejandro Mustelier, que describía como el protagonista de la misma:
“El mismito se mató”.
Tal fue lo que ocurrió el pasado martes cuando el general castrochavista Vladimir Padrino López, ministro de la Defensa del régimen de Nicolás Maduro, rodeado de un Alto Mando Militar contaminado de agentes del narcotráfico y de la dictadura comunista cubana, con un disfraz de guerrero que nunca ha sido, hizo una alocución televisada para amenazar a la gente democrática de Venezuela.
Había entre ciudadanos de la oposición, del sector sensato del chavismo, e incluso entre oficiales de vocación democrática, una candorosa esperanza de que al general Padrino, ante la ruina política, económica y moral creada por el castrochavismo, le brotara una pizca de vergüenza militar y optara por la institucionalidad.
Lo que se empecinaban en no ver los buenos ciudadanos, a los que llamé cariñosamente en una de estas crònicas en “El Nuevo Herald”, las “novias de Padrino”, es que este oficial es un servidor obediente de Raúl Castro, en pacto mafioso con los capos de la droga, encabezados por el teniente Diosdado Cabello.
Con la lucidez, contundencia y coraje que lo distinguen, el presidente de la Asamblea Nacional de Venezuela, el diputado Henry Ramos Allup, le respondió al entreguista Vladimir Padrino. O sea que este general sin tropas, cortesano astuto y obsecuente, quedó desenmascarado ante el pueblo venezolano y los observadores de todo el mundo.
A los que viven o somos originarios de ese Caribe, a veces plácido y a veces tempestuoso, pero siempre rutilante, no nos cuesta trabajo constatar que el desangelado general Padrino, por televisión y rodeado de sus cancerberos, como Chacumbele, “el mismito se mató”.