Si no el más grande escritor del siglo XX, uno de los cimeros, Jorge Luis Borges (Argentina), nunca recibió el premio Nobel de Literatura por la discriminación política de la Academia de Suecia. Tampoco le darán jamás el galardón al hindú Salman Rushdie, porque los suecos le tienen terror a la represalia de los ayatolas persas.
Un elenco de los más excelsos escritores contemporáneos, no recibieron la merecida distinción del Nobel, entre otros:
Yukio Mishima (Japón), Marguerite Yourcenar (Bélgica-EEUU), Cesare Pavese (Italia), Franz Kafka (Rep. Checa), Jorge Amado (Brasil), Alfonso Reyes, Juan Rulfo y Carlos Fuentes (México), Federico García Lorca, Antonio Machado y Miguel de Unamuno (España), Evgueni Evtushenko (Rusia), Leopold Sèdar Senghor (Senegal), Rómulo Gallegos (Venezuela), César Vallejo (Perú)…
Pero ahora le conceden el Nobel a Bob Dylan, un excelente cantante, compositor de canciones, escritor de la tercera fila y emblema de una rebeldía juvenil que se trocò en consumo y comercio. Es otra expresión de eso que Vargas Llosa denomina la civilización del espectáculo.
Si por las letras de sus canciones populares Dylan merece el Nobel, entonces hay que reclamarle a la Academia Sueca que omitió otorgarle el premio a varios compositores de gran inspiración, verbigracia:
Violeta Parra (Chile), Enrique Santos Discépolo – Discepolìn – y Atahualpa Yupanqui (Argentina), Georges Moustaki (Francia – con ancestros griegos, egipcios e italianos), José Luis Perales (España), Agustín Lara y José Alfredo Jiménez (México), César Portillo de la Luz y Ernesto Lecuona (Cuba), Chelique Sarabia (Venezuela)…
Y del premio Nobel de la Paz ni hablemos, eso sí es ya descarnada ficción y patetismo.