Diógenes es un nombre griego que en su origen designaba a alguien nacido o generado por Zeus, el Dios principal en el panteón olímpico helénico.
Este nombre lo llevaron dos personajes históricos de raigambre y proyección:
Diógenes el Cínico (siglo IV antes de Cristo), filósofo griego conocido porque vivía en un tonel para demostrar que no le interesaban los bienes materiales. Se cuenta que una vez, viendo el ajetreo de las mercaderías, vendedores y consumidores en el mercado de Atenas, exclamó en alta voz: ¡Qué cantidad de productos que no me hacen falta para vivir!
Pero la anécdota más conocida del rebelde Diógenes relata que en otra ocasión Alejandro Magno de Macedonia, admirador de los filósofos porque él había sido educado por Aristóteles, se acercó al tonel donde vivía el sabio y se produjo este diálogo:
-Maestro, preguntó Alejandro, ¿dime qué puedo hacer por ti?
Y el filósofo le respondió:
-Hacerte a un lado porque me estás quitando la luz del sol.
Y otro que nos interesa destacar es Diógenes Escalante, diplomático venezolano que en 1945, por su experiencia y moderación, fue escogido por los líderes de ese tiempo, del gobierno y la oposición, como candidato presidencial de unidad para una transición amable y sin traumas a un nuevo estadio de democracia.
Desafortunadamente el doctor Diógenes Escalante enloqueció, con lo que se frustró la salida pacífica y vino el polémico golpe de estado del 18 de octubre de 1945. Todo el episodio está magistralmente contado en la novela “El pasajero de Truman”, de Francisco Suniaga, margariteño que sabe desplegar la ficción sin falsificar la historia.