“Cultivo una rosa blanca / en julio como en enero, / para el amigo sincero / que me da su mano franca. / Y para el cruel que me arranca / el corazón con que vivo, / cardo ni ortiga cultivo, / cultivo una rosa blanca”.
José Martí.
El comediante eterno Hugo Rafael Chávez Frías, siguiendo dócilmente las instrucciones de sus jefes Fidel y Raúl Castro, para asegurarse la continuidad en el mando desplegó una estrategia que destruyó a Venezuela, pero lo mantuvo en el gobierno.
La estrategia infame pero sencilla, constaba de algunos componentes ya practicados en Cuba durante más de cinco décadas de comunismo:
Desatar una represión implacable, selectiva o masiva según las necesidades, para desmovilizar a la población por el miedo.
Aprovechar en el caso venezolano la renta petrolera para financiar el soborno social masivo, la compra de conciencia de los necesitados y el colaboracionismo de los militares.
Desbaratar el aparato productivo privado para que todos los ciudadanos se convirtieran en limosneros del estado o, con respecto a los disidentes, mantenerlos ocupados en la búsqueda de una precaria sobrevivencia.
Crear enemigos externos (EEUU, Colombia, Guyana, OEA, Vargas Llosa, Vicente Fox, Felipe González, Alvaro Uribe) para lograr al mismo tiempo, pulsar a su favor los sentimientos nacionalistas y, distraer la atención de su fracaso como gobernantes (inseguridad, inflación, desabastecimiento, incremento de la pobreza, corrupción desenfrenada…).
Internacionalización del proyecto, teledirigido desde La Habana, asesorado por el impresentable Lula Da Silva y financiado por Caracas. La alianza populista incluyó a los Kichner, Evo Morales, Mel Zelaya, el obispo Lugo, Rafael Correa, López Obrador, Daniel Ortega, las FARC, el PODEMOS español, Rusia, Irán, Siria, China, Corea comunista, Zimbabue, Hamas, Hezbola, Al Qaeda, Sean Penn, Olivar Stone, Piedad Cordoba…
La internacionalización del proyecto y el pueril afán de liderazgo mundial de Chávez (compra de opinión favorable), le ha costado a Venezuela su actual bancarrota económica.
Pero el eslabón más odioso y trágico de la estrategia castrochavista, es la siembra de odio y separación entre los ciudadanos. Cada vez que puedo le recuerdo a los compañeros de la oposición democrática que la rabia embrutece y el odio divide. Que si nos dejamos llenar de odio nos hacemos semejantes a ellos, a los neocomunistas.
Por eso es muy importante no satanizar, presentar como vendidos, a los dirigentes moderados de la oposición, a los que predican el diálogo y la motivación cristiana del amor al prójimo.
Claro que es inconducente intentar un diálogo con los que reciben la orden de Cuba de no entenderse con sus adversarios. Los sicarios del castrochavismo, Maduro, el resentido Jorge Rodríguez, el narcogorila Cabello, Jajua, Ramírez, la ministra Fosforito… esos tienen terror a los acuerdos porque temen ser arrasados por la evidencia de su fracaso.
El diálogo tiene que ser en primer lugar entre nosotros, de la base a la cúspide, cimentado en discutir los problemas y sus soluciones, y no quedarse solo en negociaciones para resolver candidaturas. Debemos entender que para llegar acuerdos hay que asumir la fórmula de “tanto monta, monta tanto”, la MUD como sus críticos.
Y el otro diálogo necesario y muy urgente es el de la reconciliación nacional. Salir al encuentro de los líderes de de base y del pueblo chavista en general, tan víctimas de la ruina que produjeron sus gobiernos, como el resto de los venezolanos. Lo demás sería chapotear en la ciénaga pastosa de la intolerancia.
Lo ingenuo e inútil es el odio. Lo sabio y provechoso para todos es el diálogo.