Publicado en El Nuevo Herald el 28 de Agosto del 2019.
El fascismo-comunismo y sistemas afines se distinguen por la ideología única, dominante y represiva. A la democracia le es consustancial el pluralismo social, político y partidista y, por ende, la tolerancia y el debate libre.
Por eso es sano que en una sociedad broten muchas ideas, partidos, candidatos a los cargos electivos del estado y aspirantes a funciones privadas.
Pero el bipartidismo democrático ha sido otrora un factor de gobernabilidad y consolidación de la convivencia ciudadana, en países como Alemania, Argentina, Brasil, Colombia, Costa Rica, España, Francia, Honduras, Japón y Venezuela, entre otros.
En el caso de los Estados Unidos, la crispación actual entre demócratas y republicanos, no debe conducirnos a olvidar que una de las claves de la sobrevivencia exitosa de la sociedad norteamericana, ha sido la alianza histórica de los partidos principales para proteger la libertad, buscar afianzar los derechos humanos y enfrentar juntos los desafíos estratégicos, propios y foráneos.
Nosotros los venezolanos vemos con simpatía el bipartidismo estadounidense. Sabemos que muchos compatriotas, por tener también la nacionalidad norteamericana, por la urgencia de atraer solidaridad a la búsqueda de una salida a la tragedia perpetrada por la bandidocracia castrochavista en Venezuela, o por cualquier otra razón, manifiestan su activismo a favor de uno de los dos partidos.
Eso lo entendemos y no debemos descalificarlo. Pero la oposición democrática venezolana, encabezada por el presidente legítimo Juan Guaido, los demás líderes y los representantes acreditados en Washington, mantiene una línea bipartidista, de igual respeto y gratitud a demócratas, republicanos y a la generosa cantidad de influyentes de este país, que suelen reclamar el rescate de la democracia venezolana, ultrajada por el castrochavismo.
A los presidentes Clinton, Bush, Obama y Trump les debemos eterno agradecimiento. jalexisortiz@gmail.com @alexisortizb www.alexisortiz.com