Articulo publicado en El Nuevo Herald de Miami el día 15 de Junio del 2019
Durante 1958 y 1963, en el gobierno que inauguró las cuatro décadas de la Democracia Civil en Venezuela, el de Rómulo Betancourt, su ministro del Interior, Carlos Andrés Pérez (CAP), cumplió un papel estelar para desbaratar las conspiraciones de la derecha golpista, al tiempo que contribuyó a derrotar política y militarmente a la guerrilla comunista armada, entrenada y financiada por el déspota cubano Fidel Castro.
Y después en su primer gobierno 1973-1978, Pérez hizo una gestión democrática consistente, con logros en la nacionalización del hierro y el petróleo y sobre todo, la creación del programa de becas Gran Mariscal de Ayacucho, que permitió a miles de los mejores estudiante del país, cursar estudios en las universidades más prestigiosas del planeta.
Pero ese primer gobierno rodeado de abundancia por los ingresos petroleros, llamado de la Venezuela saudita, estuvo maltratado por el despilfarro y la vocación populista de CAP y clientelar de su partido Acción Democrática.
Pero Pérez aprendió de sus errores y para su segundo gobierno 1988-93, actuó de un modo diferente y en armonía con los nuevos tiempos, se dedicó a liberalizar la economía venezolana, privatizar las costosas e improductivas empresas del estado, controlar la inflación, el gasto público y el desempleo, todo sin sacrificio de las libertades y derechos humanos.
CAP fue fue víctima de golpes de estado de Hugo Chávez y su pandilla y, lo increible, de una conspiración de líderes institucionales de la nación para defenestrarlo: Luis Alfaro Ucero (AD), Escovar Salóm (Fiscalía), Rafael Caldera (ex Presidente) y Rodríguez Corro (Tribunal Supremo), con el regocijo de los medios de comunicación adictos al escándalo.
La maniobra que descalabró a Pérez, inició la decadencia que condujo al golpista Chávez al poder, y terminó en la tragedia que hoy padece Venezuela.
Por eso hoy se impone la reivindicación de Pérez.
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