Especial para “elNuevo Herald” de Miami el 08/06/2019
El comunista que impuso Fidel Castro en la vicepresidencia de Bolivia para controlar la impericia de Evo Morales, Alvaro García Linera, afirmó que en su país existía un “empate catastrófico” entre el gobierno y la oposición. Esto es, ninguno podía superar al otro.
Como se puede entender, gente autoritaria y despiadada como ellos dos, resolvieron el problema con el abuso de poder y la represión. Los dirigentes más activos de la oposición terminaron silenciados, en la cárcel y el exilio.
Nosotros en Venezuela hasta ahora no hemos logrado la derrota definitiva del gobierno usurpador, ni la bandidocracia castrochavista ha podido doblegar a la recia oposición democrática, representada hoy en el gobierno legítimo de Juan Guaido.
En tal escenario reaparece el instrumento de la negociación. Algo que no es ajeno a la política democrática que por naturaleza busca los entendimientos y, sobre todo, es alérgica a los conflictos.
Pero toda negociación requiere algunas condiciones. La primera es que haya necesidad de entendimiento. En medio de la tragedia espantosa que el castrochavismo produjo en Venezuela, esa necesidad parece obvia.
La segunda es que haya voluntad de entendimiento. Esa ostensiblemente no existe en el gobierno dividido, confuso y fracasado del castrochavismo. Ellos han demostrado que están dispuestos a hundirse con la ruina que han provocado en el país, antes que llegar a un acuerdo razonable para entregar el poder. Para ellos toda negociación es una trampa para ganar tiempo.
La tercera es que existiera un árbitro o moderador eficiente. Con todo respeto y agradecimiento por su buena voluntad, en lo particular no creo que en estos momentos, por su incomprensión del problema de fondo, Noruega pueda cumplir ese papel.
Ojalá se pudiera llegar a un acuerdo pacífico, con la fórmula Guaidó: Cese de la usurpación, gobierno de transición y elecciones libres.
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