Publicado en EL Nuevo Herald en Febrero 2023
El Señor creó a Nicaragua para la felicidad. La colocó en dos océanos y la colmó de lagos, volcanes y poetas, entre ellos al más grande de América, Rubén Darío.
Pero le dio también el castigo de los Somoza y los sandinistas de Daniel Ortega y Rosario Murillo. Y la siniestra pareja Ortega-Murillo ha traspasado todos los límites de la represión, corrupción, prepotencia y descaro.
La dictadura de este par atropella impunemente. Algunos más recientes casos escandalosos son la prisión del obispo católico Rolando Alvarez, la detención de todos los candidatos presidenciales opuestos al sandinismo, el arrebato de la nacionalidad a más de 300 líderes políticos y de la sociedad civil y, el zarpazo con exilio de sus periodistas y robo de bienes, del diario “La Prensa”, emblema de la democracia nicaraguense.
Y Ortega-Murillo despliegan su abuso de poder sin respuesta, porque cuentan con la indolencia o pasividad de los organismos de derechos humanos de la ONU, la OEA y la Unión Europea. Y tienen respaldo bochornoso de los gobiernos de Rusia, Irán, China, Argentina, Brasil, Cuba, Venezuela, Bolivia, Honduras, México y de jueces sumisos como Ernesto Rodríguez, Gloria Saavedra, Karen Chavarría, Rolando Sanarrusia y Nalia Ubedo.
Los mandatarios democráticos de Uruguay, Ecuador, Costa Rica, Francia, Alemania, Canadá, Estados Unidos, Italia, Suecia, Noruega, Dinamarca, Israel, Bélgica, Holanda, Japón, Taiwan, Corea del Sur, Australia y los voceros de la libertad en todo el orbe, deben levantar su reclamo de respeto a los derechos humanos en Nicaragua.
El pueblo nica, arruinado y humillado por la abominable tiranía Ortega-Murillo, merece activa solidaridad, que no lo abandonen en la tragedia que lo oprime.
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