Publicado en El Nuevo Herald el 28 de Noviembre del 2019. Leer en El Nuevo Herald.
Amamos los paisajes y episodios mexicanos, pero sobre todo sus rostros y nombres:
Netzahualcoyolt y Cuauhtémoc, Fray Bernardino de Sahagún y la irrepetible Sor Juana Inés de la Cruz, Hidalgo, Morelos, Benito Juárez y Francisco Madero…
Y en también Alfonso Reyes y Octavio Paz, los muralistas, Agustín Lara, María Bonita y Cantinflas, Julio César Chávez, Hugol Sánchez y Fernando Valenzuela, Guillermo González Camarena…
Por historia, extensión y peso demográfico, a México le corresponde un sitial de liderazgo en la hispanidad. El país sufrió el arrebatón territorial que le propinó Estados Unidos, conoció conflictos devastadores, el último fue la Guerra Civil que suelen llamar “revolución”. Vivieron 7 décadas de la “dictadura perfecta del PRI”.
Pero a contrapelo de sus dificultades México nunca dejó de ser esperanza continental.
Y como una nueva maroma histórica, ahora México, agobiado por la droga, la pobreza, el facilismo global, el clientelismo político, la desinformación y la corrupción generalizada, se tropieza con la irrupción de un caudillo demagógico, autoritario y oportunista, Andrés Manuel López Obrador (AMLO), una amenaza palpitante para el presente y futuro de la buena gente azteca.
Ya la vocación populista y la impericia gobernante de AMLO se han hecho sentir: el país entró en el primer inning de la recesión económica (crecimiento cero), los medios de comunicación y los adversarios políticos son acosados, la inseguridad se salió de madre (29 mil muertos por violencia este año), la pusilanimidad ante los narcos es ostensible, las dádivas o soborno social para controlar a la gente han agarrado una velocidad ruinosa, la corrupción ya no logra esconderse, tampoco se oculta la desconfianza de los inversionistas nacionales y foráneos con el caudillo virulento.
Y lo más escandaloso, es la alianza de AMLO con los impresentables, Raúl Castro, Nicolás Maduro, Evo Morales, Daniel Ortega…
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