Publicado en El Nuevo Herald el 26 de Diciembre del 2019. Leer en El Nuevo Herald.
Resulta propicio este final del acontecido 2019, para revisar la amenaza que agobia a nuestra civilización occidental y cristiana, a la cual pertenecemos también los mestizos, nosotros los de “la raza cósmica” (los que somos blancos, indios y negros a un tiempo).
En el origen y desenvolvimiento de nuestra civilización encontramos la filosofía y democracia de la Atenas griega; el derecho y urbanismo eficiente de la Roma latina de occidente y la Roma griega de oriente (Constantinopla); la religión y valores humanos de la tradición judeo-cristiana; y algo clave: la capacidad de integrar armónicamente los positivo de otras culturas distintas.
Veneración de Dios, amor al prójimo (solidaridad), dignidad humana, respeto a la vida y a las diferencias (tolerancia), aprecio a la educación, innovación y creatividad, capacidad de perdón, imperio de la ley, democracia, resguardo de libertades políticas y económicas, compromiso con la convivencia y la paz, están entre las señas de identidad que han hecho prevalecer a nuestra civilización.
Este modo de vivir y crear humano y progresista, sufre hoy el agobio de quienes en nombre del fanatismo religioso, el guerrerismo contumaz y el vandalismo disfrazado de protesta social, quieren destruirlo. Para tal efecto aprovechan las falencias y las desigualdades persistentes en nuestro modelo histórico.
Lo triste es que quieren sustituir nuestra civilización moderada, no por algo valorativamente superior, sino con una teocracia jurásica o la fracasada superstición comunista.
Pero el verdadero enemigo somos nosotros mismos. Ellos no pueden arrasarnos sin nuestra cooperación suicida. Sin ese complejo y vergüenza de ser occidentales y cristianos que aparece en los presuntos “progresistas”. Ese relativismo cultural estólido que minimiza la defensa de nuestros valores. Que conduce a que a muchos le parezca normal que eduquen niños para el odio y la guerra, o les extirpen el clítoris a niñas, porque esos son “valores culturales” que hay que respetar.
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