Publicado en El Nuevo Herald el 30 de Diciembre del 2019. Leer en El Nuevo Herald.
Un insólito episodio de filibusterismo diplomático acaba de ocurrir en Bolivia. Las representantes de México y España se coludieron para rescatar a un agente de Evo Morales, refugiado en la embajada mexicana, por acusaciones de graves delitos políticos y penales.
El sujeto se llama Juan Ramón Quintana, fue ministro, embajador en Cuba y operador de represión, fraudes electorales y faenas de narcotráfico, de la recién defenestrada tiranía de Evo Morales y su cómplice, Alvaro García Linera.
Quintana es conocido además como agente del grupo de espionaje cubano G2. Al parecer este esbirro amenazó a los gobiernos de México y España con delatar los negocios con drogas de las dictaduras de Bolivia, Cuba y Venezuela, y, el financiamiento del partido español PODEMOS, con dineros provenientes de esas actividades delictuosas.
La diplomática española se presentó en la Embajada de México, asistida por especialistas en rescates, armados y encapuchados, para sacar de su escondite a Quintana y otros fugitivos de la justicia boliviana. No contaban los confabulados con la vigilancia de los vecinos de la embajada, alertas por el grotesco apoyo al tirano Evo, del presidente de México, López Obrador. Los ciudadanios impidieron la concreción de la fechoría diplomática.
La presidenta boliviana, Jeanine Añez, mujer prudente y recia, en defensa de la dignidad de su país procedió a expulsar a la embajadora de México y a la encargada de negocios de España (con su grupo de encapuchados). Es lo menos que corresponde hacer en un caso de tal gravedad.
Resulta bochornoso que países de textura democrática como España y México, se hayan visto involucrados en un escándalo tan inaudito. Lo de López Obrador lo entendemos porque él es un populista compulsivo, y, lo de Pedro Sánchez también, porque el aturdido mandatario español está sometido a los neocomunistas Pablo Iglesias y Rodríguez Zapatero.
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