Publicado en “elNuevo Herald” de Miami – 22 junio 2019
Por ser origen y soporte de la independencia suramericana y cuna de Simón Bolívar, por quien sentía devoción, el Apóstol de Cuba José Martí, llamó a Caracas “La Jerusalén de las Américas”.
Santiago de León de Caracas, capital venezolana, tiene solera precolombina porque, con el cacique Guaicaipuro (espina caliente en lengua caribe), fue baluarte de la resistencia indígena contra el conquistador europeo.
Fundada el 25 de julio de 1567 por el adelantado español Diego de Losada, se tiende al pié del sistema montañoso del Avila (Guaraira Repano), con una temperatura amable, paisaje lujurioso tropical y una primavera que no cesa. En 1591 recibió de la corona hispana el título de Muy Noble y Leal Ciudad.
Poetas y cronistas no se fatigaron de celebrar a Caracas: Juan de Castellanos, Andrés Bello, Pérez Bonalde, Arístides Rojas, Leo, Job Pim, Andrés Eloy Blanco, Enrique Bernardo Núñez, Aquiles Nazoa, Guillermo Meneses, Manuel Alfredo Rodríguez, Guillermo José Schael…
En las décadas del 50 al 80 de la pasada centuria, con el progreso económico y la urbanización de Venezuela, la ciudad tuvo un crecimiento vertiginoso y desordenado, que mostraba el contraste de lo moderno y dinámico, con lo marginal e inseguro.
Mas Caracas era radiante y alegre, un sitio grato para vivir y cumplir los sueños. Su gente rebosaba simpatía, sentido del humor, deseos de superación y orgullo por esa capital que solían llamar la “Sucursal del Cielo”.
Pero ese ataque de langostas que ha sido la bandidocracia castrochavista, logró el milagro de destruir a Caracas. Ahora la ciudad es sombría, sin luz, ni agua, ni seguridad, ni medicinas, acosada por los malandros armados del gobierno, cercada por la basura, desesperanzada, llena de gente que se va…
No será al tercer día, pero Caracas resucitará con el regreso de la Democracia Civil.
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