Articulo publicado en El Nuevo Herald de Miami el día 13 de octubre del 2018
A nosotros nos sacude el espanto y ellos se escudan en el descaro. Los criminales ensoberbecidos de la bandidocracia castrochavista, en la cárcel torturaron hasta la muerte concejal de Caracas Fernando Albán, y luego lo lanzaron desde un décimo piso para simular un suicidio.
En intento de confundir a la opinión, el ministro del Interior Reverol y el fiscal canalla Tarek William Saab, dieron versiones contradictorias del presunto suicidio, pero ya todo el mundo sabe que fue un homicidio alevoso perpetrado contra un prisionero indefenso, que además no había cometido ningún delito.
Dentro y fuera de Venezuela la indignación es creciente. Ya la gente conoce la crueldad desenfrenada del castrochavismo, pero el asesinato de Albán, dirigente del partido Primero Justicia, es tan aberrante que traspasa cualquier límite.
Cuando la Democracia se rescate en Venezuela, la justicia tendrá que castigar severamente a los asesinos del concejal:
Ramiro Valdez, designado por Fidel y Raúl Castro para entrenar en represión y tortura a los esbirros de Chávez y Maduro; Vladimir Padrino, militar traidor a la patria; los hermanos Jorge y Delcy Rodríguez, podridos de odio revanchista; Diosdado Cabello, capo del narcotráfico; Tarek el Ayssami, terrorista musulmán; José Vicente Rangel, justificador de la barbarie; Alí Rodríguez Araque, agente del comunismo cubano; Cilia Flores, protectora de delincuentes; la Fosforito Valera, madrina de los malandros de las cárceles; Freddy Bernal, capataz de las bandas armadas rojas; Pedro Carreño, pendenciero patiquín; Ernesto Villegas, vergüenza de su familia; Hermán Escarrá y Mario Silva, lamebotas a sueldo…
Y desde luego a los perversos autores materiales directos del homicidio de Fernándo Albán, el comisario general Miguel Muñoz y el contralmirante Aldo Gregorio Lostracco Lucena.
El asesinato de Albán, de Oscar Pérez, los atropellos al diputado Juan Requesens, al capitán Caguaripano, al general Raúl Baduel -y otros casi doscientos militares democráticos, no quedaran impunes. Los atentados contra los derechos humanos son delitos que jamás prescriben.
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