Especial para el semanario “El Venezolano” de Miami- Septiembre 2018
El exilio es rutinario y amargo, pero se alivia cuando uno traba amistad con sujetos simpáticos y versátiles como Enrique Córdoba, periodista colombiano emblema de la promoción cultural en una ciudad diversa e inasible como Miami.
Desde que a los 14 años escapó de su pueblo, Lorica en la Colombia también multifacética, Enrique ha paseado su curiosidad por unos cien países del orbe. Es lo que hubiera llamado el poeta venezolano Andrés Eloy Blanco un “viajero largo de profundo navegar, viajero de todo el mundo, viajero de todo el mar”.
Con inexcusable retraso vengo de leer el agradabilísimo libro de Enrique Córdoba “El Marco Polo de Lorica”, una reseña cuidadosa y amena de sus correrías por los cuatro puntos cardinales del planeta. Una obra “inquietante y deliciosa”, escribió otro incorregible andariego: Carlos Alberto Montaner.
Son cincuenta años de crónicas y una vida de novela, que mereció estas palabras de un intelectual colombiano de tronío como Armando Caicedo:
“Este libro contradice aquel cuento chino -o chimbo- “que una imagen vale más que mil palabras”…Porque las cien mil fotografías que Enrique mantiene en su archivo, donde atesora sus memorias, de frente, de perfil, de arriba, de abajo, incluidas radiografías y ecografías, ellas no son capaces de expresar lo que Córdoba cuenta, en vivo, en directo, a todo color, y en el caso de este libro, en tercera dimensión”.
Desde el monaguillo que salió de Lorica un día a recorrer el mundo, como el Marco Polo veneciano, hasta el Enrique actual de bigote atrevido, sonrisa receptiva y cultura vivencial e instruida al mismo tiempo, hay toda una experiencia itinerante que es provechoso conocer a través de su libro sabroso, informativo y sencillo.
Ahora Enrique sigue con nosotros en esta Miami que, paradójicamente, es cosmopolita y parroquial y él identifica como un sitio donde “el corcho se hunde y el plomo flota”.
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