“El Nacional de Caracas”, por ser un diario emblemático de la voluntad de resistencia de los venezolanos, es perseguido con saña por la narco-terrorista-comunista dictadura que nos agobia.
En estos días en ese periódico, Gustavo Tarre Briceño, uno de los líderes más lúcidos, instruidos y útiles en tiempos de nuestra inolvidable Democracia Civil, escribió un artículo de llamado a los sectores de oposición democrática al diálogo y el entendimiento. Nunca estuvo más atinado este gordo querido.
La verdad es que Venezuela vive el más penoso desamparo de su historia. Ni siquiera las cruentas y devastadoras guerras de independencia y federal del siglo XIX, produjeron tanta devastación y desgracia como las perpetradas por la bandidocracia-castrochavista entre 1998 y 2018. El tango de Gardel y Le Pera asevera que 20 años no es nada, pero para nosotros han sido un movimiento sísmico que pulverizó todas las escalas.
La humillación al diputado Juan Requesens, la sevicia contra cientos de militares democráticos, la fuga indetenible del país de millones de compatriotas, son las recientes canalladas de la dictadura que mata de hambre a los ciudadanos.
Frente a esa tragedia, tal como lo recomienda Tarre Briceño, la oposición debe tornarse sabia, tolerante, paciente, dialogante consigo misma. Buscar programas y acciones mínimas comunes para enfrentar con eficiencia el monstruoso desafío del castrochavismo. Del espanto sólo nos salvará el respeto entre nosotros, la comprensión de las posiciones ajenas, en fin: la urgente unidad en la diversidad.
Y algo que debemos proteger como a una niña bonita es a los instrumentos de nuestra legitimidad democrática: la Asamblea Nacional electa por el pueblo, el Tribunal Supremo de Justicia (hoy en el exilio) designado por esa Asamblea y el Ministerio Público. Debemos evitar hacerle el trabajo a la dictadura de debilitar esos poderes legítimos y estimables. Los autogoles son odiosos.
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