Publicado en El Nuevo Herald el día 15 de diciembre del 2016:
Hay personas que en su andadura existencial encarnan las virtudes del pueblo, o los pueblos, que representan, tal es el caso del ilustre médico cubano-americano, Virgilio Beato.
Al doctor Beato lo conocí hace un poco más de una década, cuando me tocó compartir con él y con otros cubanos de prosapia, Enrique Ros, Pepito Sánchez Boudy y Luis Barrero, un panel sobre las perspectivas de la Democracia Hemisférica. Después me acostumbré a verlo casi todos los viernes en la peña Teobaldo Rosell del Big Five y también, algunos terceros miércoles de mes, en el coloquio de amigos latinoamericanos que Beato auspicia.
En hospitales universitarios de mucho prestigio, los de La Habana, San Antonio de Texas y Miami, el doctor Virgilio Beato ha sido médico y catedrático. Hasta los 95 años de su edad, ejerció con devoción y solidaridad social la medicina.
Y además de su labor médica, Beato ha sido un filósofo pedagógico, de compromiso y pluralismo. Desde que el déspota Fidel Castro lo expulsó de su cátedra universitaria y de Cuba, en el aciago 1961, este hombre amable, elegante, culto, valiente y sobre todo tolerante, no ha dejado de bregar por el regreso de la Democracia a la Perla de las Antillas.
Como Virgilio Beato acaba de cumplir la hazaña biológica de llegar a los cien años de vida, un itinerario vital acontecido e intenso, el Instituto Interamericano para la Democracia (IID), le está organizando para el próximo lunes 19 de diciembre, un más que merecido homenaje.
Estoy obligado a reconocerles esta iniciativa que los enaltece, a mis amigos directivos del IID, entre otros: Carlos Alberto Montaner, Maurice Ferré, Armando Valladares, Carlos Sánchez Berzaìn, Guillermo Lousteau, Karen Hollihan, Beatrice Rangel, Roberto Macho, César Vidal, Alvaro Iriarte, Ninoska Hernández, Diego Arria, Marcel Feraud, Raúl Valdés Fauli, Mariano Caucino, Luis Fleishman…