Publicado en El Nuevo Herald el día 21 de octubre 2016:
De las horas de infortunio y barbarie de nuestra América Latina, han brotado recios obispos católicos, como reserva de dignidad ante los atropellos de las dictaduras contra la ciudadanía. Así recordamos a Eduardo Boza Masvidal en Cuba, Raúl Silva Henríquez en Chile, Jorge Mario Bergoglio –hoy Papa Francisco- en Argentina, Miguel Obando y Bravo en Nicaragua, Helder Cámara en Brasil, Arnulfo Romero en El Salvador, Rosalío Castillo Lara en Venezuela…
Y en Venezuela, alabado sea el Señor, nuestros curas no se han hecho los sordomudos ante la pesadilla castrochavista. Hubo al principio un grupito de sacerdotes que se dejaron encandilar por la verborrea de Chávez, y su necedad de crear una supuesta “Iglesia de los Pobres”. Pronto los religiosos se percataron del fiasco y hoy, casi unánimemente, los hombres y mujeres consagrados de la Iglesia Católica, están en una activa solidaridad con el pueblo, en la búsqueda del rescate de nuestra Democracia ultrajada,
Ovidio Pérez Morales, Jorge Urosa Sabino, Luis Ugalde, Roberto Luckert, José Virtuoso y en fin, casi todos los curas y órdenes religiosas del país, a la par que se dedican a salvar almas, no cejan en el empeño a favor de los derechos humanos y el pluralismo democrático.
Por sus posturas de coraje, responsabilidad y compromiso ciudadano, la Iglesia venezolana acaba de recibir dos premios:
La elevación al Colegio Cardenalicio del Arzobispo de Mérida, Baltazar Porras, un modelo de hombre de Dios, culto, amable, defensor de los intereses de la feligresía criolla. Este nuevo cardenal es lumbre para creyentes y agnósticos.
La designación como General de los Jesuitas (Papa Negro), del sacerdote y sólido intelectual, Arturo Sosa Abascal. El padre y catedrático Sosa, es timbre de orgullo para el gentilicio venezolano.
¡Qué Dios los guarde a ambos!