Publicado en El Nuevo Herald el 30 de septiembre del 2016:
Fue el dramaturgo teutón Bertolt Brecht quien aseguró que “la forma es la correcta organización del contenido”. Esto nos conduce a percibir la necesidad de correspondencia entre el discurso y la manera de expresarlo. Tal aserto vale tanto para el teatro, como para la política y resto de las peripecias de la vida.
La sabiduría popular dice que “lo cortés no quita lo valiente”. Y Simón Bolívar afirmó: “con modo todo se puede”. Para los contemporáneos del Libertador “modo” era sinónimo de elegancia, buen decir y hacer.
Por eso los líderes democráticos de nuestro continente deben satisfacer el desafío de actuar, y desde luego hablar, emitir su mensaje, de una manera distinta a los caudillos populistas. El dominio de la palabra para debatir con soltura y contundencia, pero con donaire y gracia, para responder sin herir, convencer sin maltratar, es clave para los políticos útiles de estos tiempos.
Entonces, para ser populares, comunicarse con los sectores màs desfavorecidos e iletrados, no es necesario imitar a sujetos impresentables, como Hitler, Lenin, Mussolini, Fidel Castro y Hugo Chávez. No se trata de conectarse con las pasiones, miedos, rabias e irracionalidad de las masas, sino de buscar mediante el mensaje, el encuentro con la inteligencia y la racionalidad de los ciudadanos.
Hablar en el tono virulento, simplista, demagógico, efectista y hasta escatológico de los caudillos aludidos ut supra, es algo que deben eludir los dirigentes democráticos. No deben estos líderes renunciar al compromiso pedagógico que va atado al nuevo modo de hacer política, que se propone convencer y no destruir, educar y no manipular, entusiasmar sin desmoralizar.
O sea que el estilo cuenta.