Publicado en El Nuevo Herald el 02 de septiembre 2016:
Como era de esperarse el gobierno Maduro-Padrino-Cabello de Venezuela, arremetió contra las marchas del sacerdote Lenin Bastidas y de los indígenas de la Amazonia, en favor de la convocatoria de un referendo revocatorio para buscarle salida pacífica y constitucional, a la severa crisis que el castrochavismo desató en el país.
El padre Lenin es excéntrico e inclinado a las poses heroicas, por eso algunos voceros democráticos han jugado a descalificarlo, lo que no es lógico ni justo, porque él también representa el descontento generalizado contra el castrochavismo, que crece entre los venezolanos.
Además, la Iglesia Católica venezolana, desde los curas ordinarios hasta los prelados, durante los casi 17 años de pesadilla castrochavista, se ha pronunciado de modo consistente, continuo y valiente, contra los desmanes de Castro, Chávez, Maduro y sus mesnadas, que han logrado en tiempo record convertir a Venezuela en un escenario de ruina económica, política y moral.
El cardenal Rosalío Castillo Lara, la figura latinoamericana más prominente en el Vaticano, hasta la llegada del Santo Padre Francisco, fue siempre un recio opositor a la fracasada política neocomunista que los hermanos Castro de Cuba, le impusieron al manipulable Hugo Chávez.
El mismo reconocimiento se les puede hacer a los cardenales Antonio Ignacio Velasco y Jorge Urosa Sabino. A obispos como Baltazar Porras, Roberto Luckert, Ovidio Pérez Morales y Reinaldo Odette Lizot. Y desde luego a los religiosos jesuitas y lúcidos intelectuales, Luis Ugalde y Arturo Sosa.
La Iglesia Católica venezolana “no le ha sacado el poto a la jeringa”, como dicen los hermanos chilenos, ante la tragedia cotidiana que viven sus feligreses y ciudadanos en general. Ella ha cumplido con reciedumbre y prudencia su papel de “Mater et magistra”. El castrochavismo no podido silenciarla ni amedrentarla con sus insultos y atropellos. El pueblo ha podido contar con ella.