Publicado en el diario El Nuevo Herald de Miami el día 23 de Abril de 2016:
¿Còmo será Moldavia? ¿Acaso un frìo que cala los huesos, a orillas de un rìo con nombre canino, donde labora gente buena que sufrió los maltratos de mongoles, turcos, rusos zaristas e implacables soviéticos?
Desde esas ignotas tierras nos llegó temprano en el siglo XX a Venezuela, la irrepetible Sofìa Imber, pero ella es màs criolla que un araguaney en primavera.
En honor a su nombre que en griego proclama la sabiduría, Sofìa se cultivò para ser útil, para educar al prójimo con su peculiar estilo desafiante, desde el periodismo y la promociòn cultural. Y a través de su programa “Buenos Dìas”, en Venevisiòn, con el muy lùcido Carlos Rangel, su marido, nos acostumbrò las mañanas a una opinión mordiente, retadora y siempre consistente.
Sus artículos recogidos en el libro “Yo la intransigente”, deben ser de lectura obligada para quienes quieran intimar con la vigésima centuria venezolana.
Pero ella fue sobre todo la creadora del Museo de Arte Contemporàneo de Caracas. Un espacio que reunió unas 4 mil obras de los artistas màs rutilantes del planeta. Un rincón de lujo para nutrir la autoestima de los venezolanos.
Un dìa opaco Hugo Chàvez Frìas, el comediante eterno, por televisiòn y con su furia de matòn de barrio, destituyò a Sofìa Imber de la jefatura del museo que ella desarrollò con devoción. Y además le borrò el lindo nombre de Sofìa.
Cuando regresemos a la Democracia Civil, el museo volverá a tener el nombre de Sofìa, esta judía laica esplendorosa, porque no puede ser que la UNESCO, Francia, España, Mèxico, Colombia, Argentina, Chile, Brasil, Italia y todo el mundo la celebre, y en el país que ama y la ama a ella, reciba atropellos de los delirantes ensoberbecidos.