Publicado en El Nuevo Herald el 11 de febrero del 2016:
Si mal no recuerdo fue en las postrimerías del 2005, cuando
conocí a José Sánchez Boudy, Pepito. Ocurrió en la fenecida Peña del Ayasterán, en la avenida 27 de South West de Miami, que animaba el profesor Luis Barrero.
Participé en un panel con Pepito, el doctor Virgilio Beato y el inolvidable Enrique Ros, sobre las desgracias que nunca dejan de acosar a nuestros pueblos latinoamericanos. Allí por primera vez constaté que Pepito era un misionero inevitable de la Cuba Eterna martiana.
Este hombre nació en La Habana de los sueños y superó la hazaña biológica de los noventa años, antes de morir hace unos pocos días. Doctor en Derecho egresado de la universidad habanera, padeció un destierro de más de 50 años, durante el cual brilló como catedrático en las universidades de Puerto Rico y Carolina del Norte y, siempre como vocero de la libertad de Cuba en Miami y en todas partes.
Recio paladín del rescate de la memoria histórica cubana confiscada por el comunismo jurásico de los Castro, con el apoyo del gordo Salvat, Pepito Sánchez Boudy publicó más de cien libros, de los cuales es de rigor destacar su “Diccionario Mayor de Cubanismos”.
De este Sánchez Boudy me quedan grabados dos recuerdos:
Una vez llegó a la Peña Teobaldo Rosell del club Big Five de Miami, donde nos encontrábamos todos los viernes, luciendo su porte de barón varonil, ataviado con una guayabera marrón tierra de Siena. Le dije:
-Caramba Pepito, qué bien te queda esa guayabera.
-¿Te gusta?
-Claro, se te ve chévere.
Bueno, el viernes siguiente Pepito se me presentó con una guayabera idéntica de regalo.
El otro recuerdo es cuando me produjo un sincero sonrojo, al decir con exageración en la Peña, él, bendito por Dios con el don de la palabra, que yo era uno de los mejores oradores que había escuchado en su vida.
Se nos fue Pepito, ¡qué brille para él la luz perpetua!
Pepito el Cubano
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