Uno de los abusos imposible de perdonarle al dictador argentino Juan Domingo Perón, fue su humillación al más grande de los escritores hispanoamericanos del siglo XX, Jorge Luis Borges.
Borges además de portento del relato y el poema, estaba dotado de un singular sentido del humor. Se cuenta que estaba una vez parado en una esquina de Buenos Aires y, como el escritor estaba ya ciego, un joven amable que lo reconoció lo ayudó a cruzar la calle.
Cuando estaban al otro lado de la acera el pibe le confesó a Borges:
-Maestro tengo que decirle que yo soy peronista.
A lo que el genio respondió:
-No se preocupe joven, yo también soy ciego.