Henrique Capriles Radonski y Leopoldo López Mendoza son unos jóvenes patrióticos, valientes y valiosos. Dos dirigentes de primera como otros buenos que hay en Venezuela.
La discusión pública de estos días entre ellos es extemporánea y estéril. Hoy se trata de privilegiar la prudencia y la unidad de la oposición-mayoría democrática. De sortear con sabiduría la agresión castrochavista a la voluntad de los venezolanos que se expresó el 6 de diciembre.
Habrá tiempo para disputar liderazgos. Cuando se necesite un candidato presidencial se harán unas elecciones primarias, para que el pueblo decida quién será el abanderado y, por consiguiente, todos lo apoyemos lealmente.
Además, después de más de tres lustros de pesadilla castrochavista, hemos aprendido que el liderazgo se debe compartir, tiene que ser colectivo. Que los mesías mediáticos y unanimistas son una calamidad.
Como el histórico general López Contreras les decimos a Capriles y López “calma y cordura”. El amateurismo nos puede perder. Todos somos necesarios, los nuestros y los de ellos, para la reconciliación que nos permita librarnos de la ruina en que el castrochavismo hundió a Venezuela.