El siglo XX contempló el desbordamiento de la adulación a algunos gobernantes como el soviético Stalin, el chino Mao, el italiano Mussolini, el cubano Castro y el argentino Perón.
El culto a la personalidad del dictador Juan Domingo Perón y su represiva, dispendiosa y resentida mujer Evita, está muy bien documentado en el libro del joven ensayista Nicolás Márquez: “PERON, EL FETICHE DE LAS MASAS”.
Entre otras referencias Márquez rescata las siguientes:
La saturación idolátrica era tan agobiante, que los groseros gestos de obsecuencia de los funcionarios peronistas ya no llamaban la atención: “En el gobierno argentino no hay nadie, ni gobernadores, ni diputados, ni jueces, ni nadie: hay un solo gobierno que es Perón”, arengaba el gobernador bonaerense Carlos Aloé, agregando: “Ningún peronista entra a analizar las situaciones. Basta que el General Perón quiera una cosa para que todos estemos dispuestos a cumplirla de inmediato”.
El sirviente Héctor Cámpora no se quedaba atrás y en su condición de Presidente de la Cámara de Diputados, era el encargado de tomar juramento a los diputados que asumían y para tal fin fabricó la siguiente fórmula juramental: “¿Juráis ser leales al Libertador de la República General Juan Perón y a la Jefa Espiritual de la Nación Eva Perón, a su doctrina y a su movimiento?”.
La diputada Delia Parodi enseñaba que “nuestro Dios en la Tierra es Perón”, en tanto que el diputado Virgilio Filippo redactaba un “Ave María de María Eva”, a fin de ser rezado en las unidades básicas…
El ministro Mende, por su parte inventó un establecimiento educativo llamado Escuela Superior Peronista, creado según él “para enseñar a amar a Perón” dado que “seremos mejores todavía si tenemos el pensamiento puesto en Perón. Cada noche al acostarnos debiéramos examinarnos: ¿He imitado yo en este día a Perón? (…) Porque Perón no se equivoca ni puede equivocarse jamás (…) Porque los genios y los grandes hombres sin salvarse uno solo, todos han padecido errores y defectos. Todos menos Perón”.
¡Perón, Perón, que grande sos!, todavía hoy repiten los adulantes residuales.