Lo vi por vez postrera hace unos diez años, en el hotel Biltmore de Coral Gables, Florida. Almorzamos con su adorable esposa mexicana. La conversación discurrió sobre el aparatoso crecimiento de Miami, y no podíamos evitarlo, cómo salir de la pesadilla castrochavista.
Quizás fue Enrique Tejera París el funcionario público más versátil, rendidor y honesto del siglo XX venezolano. Político profesional, militante díscolo pero leal de Acción Democrática, su recorrido vital desmiente sin apelación a los profetas de la anti política.
Hijo de un médico sabio, también fue él un hombre de sabiduría y afán pedagógico. No en balde lució como profesor de la Universidad Central de Venezuela (UCV), alma mater donde se graduó dos vecessumma cum laude, una como economista y otra como abogado.
Cuando estuvimos a punto de salir de Chávez, en el referendo del 2004, un grupo de venezolanos trabajábamos para convencer al país de que el presidente de la transición hacia la democracia, debía ser un hombre del talento, la experiencia y el compromiso con la constitucionalidad de Tejera París.
Venezuela perdió una vez más la oportunidad de tener un mandatario de lujo. Un hombre probado en el servicio público, la defensa del país y el amor al prójimo. Su curriculum es rutilante:
Fue gobernador del estado Sucre, embajador en los Estados Unidos, España y la ONU; presidente de la Corporación Venezolana del Petróleo (CVP) y del Banco Industrial (BID); ministro de Planificación (CORDIPLAN) y de Relaciones Exteriores; directivo del Banco Interamericano de Desarrollo (BID)…
Todo un paradigma de funcionario público y político útil.