Asistí el pasado sábado a un foro sobre el pensamiento del Papa Francisco, en el Centro de Espiritualidad Ignaciana, del Instituto Pedro Arrupe, donde fueron ponentes Alberto Muller, Alfredo Romagosa, José Cruz y Francisco Javier Muller.
El Santo Padre Francisco, carismático y sencillo, ha sido adalid de una Iglesia misionera y humilde, tolerante con los diferentes y comprometida con los pobres de la tierra.
En su encíclica “Laudato Si” (Alabado Seas), cuyo nombre se inspira en el cántico de San Francisco de Asís, “Laudato si, mi Signore” (Alabado Seas mi Señor), el líder mundial de los católicos clama por la protección de la naturaleza y sus criaturas, también en la onda del santo de Asís:
“Alabado seas, mi Señor, por la hermana nuestra madre tierra, la cual nos sustenta, y gobierna y produce diversos frutos con coloridas flores y hierbas”.
Con esta nueva encíclica el Papa Francisco sacude la conciencia de los voceros del estatismo planificador totalitario y, también, de los que expresan una veneración supersticiosa del capitalismo consumista. El planeta está amenazado por la contaminación. Si no tomamos conciencia de esa calamidad, estamos sacrificando el futuro de nuestros hijos y nietos. De allí la pertinencia del mensaje papal.