Publicado en El Nuevo Herald el 25 de marzo del 2016:
Entre los regalos de cumpleaños que me hizo Teresa, la mujer de mi vida, estuvo la novela “Mil soles espléndidos”, del escritor afgano que ya se había hecho sentir con su opera prima “Cometas en el cielo”, Khaled Hosseini.
Este relato a mi juicio más informativo que literario, nos revela la turbulenta historia de ese Afganistán siempre estremecido por el militarizado pugilato étnico, religioso y político; y desde edades ignotas, víctima de los dominios de, entre otros, Alejandro Magno de Macedonia, los árabes musulmanes, los mongoles, la Rusia zarista, el imperio británico, la Rusia soviética, los guerrilleros muyahidines…
Pero la mayor calamidad en los anales de Afganistán, magistralmente reseñada por Hosseini, fue el asalto al poder en 1995, por parte de los fanáticos musulmanes apoyados por Pakistán y Arabia Saudita, los talibanes que posteriormente terminaron en alianza con la siniestra Al qaeda de Bin Laden.
Para entender la desgracia que perpetraron los talibanes sobre Afganistán, basta con citar algunos pocos artículos del salvaje decreto que impusieron al tomar el gobierno:
Todos los hombres se dejarán crecer la barba. Quien no lo acate será azotado. Se prohíbe cantar. Se prohíbe bailar. Se prohíbe escribir libros, ver películas y pintar cuadros.
Si no sois musulmanes, no podéis practicar vuestra religión donde puedan veros los musulmanes. Si lo hacéis, seréis azotados y encarcelados. Si os descubren tratando de convertir a un musulmán a vuestra fe, seréis ejecutados.
Y a las mujeres:
Si os descubren solas en la calle, seréis azotadas y enviadas a casa. No hablaréis a menos que os dirijan la palabra. No reiréis en público. Si lo hacéis seréis azotadas. Se prohíbe a las niñas asistir a la escuela. Todas las escuelas para niñas quedan clausuradas. Se prohíbe trabajar a las mujeres…
Alá-u-akbar (Alá es el más Grande).