Publicado en El Nuevo Herald el 18 de marzo del 2016:
El comediante eterno Hugo Chávez Frías se enamoró de Fidel Castro con arrobo de quinceañera, o para decirlo con versos del poeta Andrés Eloy Blanco: “Con un temblor de novia que se inicia, con un azoramiento de novicia”.
El embeleso de Chávez con el déspota antillano, lo llevó a importar para Venezuela el modelo comunista que empobreció a Cuba y les cerró las puertas del futuro a sus mejores hijos.
Y aparte de la ruina política, económica y moral, del castrochavismo brotaron tres mimetismos igualmente perniciosos.
Asumir como en Cuba, el control absoluto de todos los poderes para convertir a los ciudadanos en sumisos limosneros del estado, al tiempo que se practica una represión cruel y sistemática destinada también a mantener a la gente temerosa y obediente. Esa fue la enseñanza de Fidel a su dócil cheerleaderHugo Chávez, para lograr el indefinido continuismo en el mando arbitrario.
El segundo gastar el grueso del presupuesto de la nación en soborno individual y social, compra de conciencias, financiamiento de intervenciones en otros países y propaganda masiva afincada en la ingenuidad del izquierdismo mundial, siempre dispuesto a creer y difundir lo que aparezca como enemistad con el sistema norteamericano.
Y el tercer deletéreo mimetismo es el del lenguaje: violento, atropellador, viperino, difamatorio, manipulador, que sujetos como Fidel, Musolini, Hitler y Perón usaron y Chávez imitó, para adormecer y asustar a las masas propias e impresionar a los diletantes foráneos.
Debemos pedirle eso si a los voceros de la oposición democrática venezolana que eviten la virulencia, la chabacanería y el tono mitinesco en los discursos, sobre todo los que se expresan en el Parlamento, porque siempre será una impostura y una desgracia, parecerse a Fidel y Chávez en la forma o en el fondo, en el estilo o la falta de sustancia.